Esto dicen que le espetó a Bill Clinton unos de sus
mejores asesores cuando diseñaban la campaña presidencial estadounidense y el
candidato se empeñaba en tamizarla de ideología política y social, olvidando lo
que de verdad importa al personal. Y el caso es que la frase me viene al pelo
ahora que el Presidente de Cataluña, el molt
honorable Artur Mas, ha optado por encabezar el último -por el momento-
arrebato independentista de parte de la ciudadanía catalana, de tal manera que
incluso ha convocado elecciones con la idea, pienso yo, de sentar en el
parlamento catalán a una holgada mayoría soberanista. Entregado está el hombre
a esta deriva independentista sin muy probablemente haberse parado a valorar
las nefastas consecuencias que desde el siglo XIX han provocado en Europa los
dichosos nacionalismos -véase como última de éstas la terrible guerra de los
Balcanes, hace sólo ¡veinte años!-.
Ante
esta situación, que, ya digo, no es ninguna novedad, hay quien ya hastiado
preferiría echar mano del refranero para exclamar que "al enemigo que
huye, puente de plata". Pero yo no, porque, qué queréis que os diga, pese
al mucho respeto que me merecen la cultura y la identidad catalana, aquella
tierra ya formaba parte de la Hispania que creó Roma, por lo que no voy a dejar
que me laven el cerebro con ideas inventadas por cuatro iluminados hace un
siglo.
Por
tanto, ¿qué hacer?... Por lo pronto, ponernos de acuerdo en que de nada
servirán gestitos y nuevas concesiones. Un nacionalista jamás se harta de
pedir, y cuanto más le des, más te sacará. Hagamos caso al asesor de Clinton:
¿qué es lo que realmente mueve al mundo?, ¿las ideas?, ¿las religiones?, ¿los
sentimientos?... Ojalá, pero no... ¡Es la economía, idiota! Pues mirad, el
principal mercado de los productos elaborados en Cataluña, es precisamente el
resto de España... Recordad que, hace unos años, en otro calentón
independentista, se organizó un boicot a los productos catalanes que algún
efecto digo yo que surtiría cuando al parecer fueron los de Freixenet a
cantarle las cuarenta al inefable Carod Rovira y exigirle que apaciguara sus
ínfulas soberanistas porque el negocio se venía abajo. Ay... Cuando duele la
pela... Claro que si esto se organiza en condiciones, les faltaría tiempo a
Rajoy y demás meapilas que engordan nuestra lamentable casta política para
decirnos que ése no es el camino, que así no se consigue nada, y bla, bla,
bla...
Pero
a mí nada me convence más que la frase del asesor de Clinton. Los, por otra parte,
honrados ciudadanos de Cataluña podrán sentir en lo más hondo de sus almas Els segadors, la senyera, la estelada, el
Barça y hasta la Moreneta. Pero lo que de verdad, de verdad, de verdad les duele
es el bolsillo. Pues eso.