lunes, 20 de mayo de 2013

¡Redde mihi laetitiam!


Esta mañana oí de un amigo albañil, en paro como tantos otros, la frase que para los que están en su situación se ha convertido ya en una especie de letanía que han de recitar a diario: a ver si cambia la cosa un poquito... Su pesadumbre  me hizo repasar momentáneamente el lamentable panorama económico (y político, social, etc.) en el que nos encontramos, para a continuación, como en un  acto reflejo de aclamación a la esperanza, recordar la frase que encabeza este artículo: Redde mihi laetitiam salutaris tui, et espiritu principali confirma me (Restitúyeme la alegría de tu salvación y fortaléceme con un espíritu generoso). Pertenece al salmo Miserere, sobre el que Hilarión Eslava compuso en 1835 una bellísima obra musical que cada año, el Sábado de Pasión, se interpreta en la Catedral de Sevilla. Yo solo he asistido a una interpretación, pero he escuchado el Miserere muchísimas veces. Pese a que es una obra muy contestada por los musicólogos, lo cierto es que posee una belleza arrebatadora para el oído. Y la parte del Redde, que aquí abajo os aporto, cantada por dos tiples -en el argot musical se denomina tiple a la voz de un niño- es sencillamente sublime.

            Redde mihi laetitiam... Sí, por favor, que se nos devuelva la alegría; que un viento de frescura cambie ya la dichosa "cosa". Que hombres y mujeres recobren su dignidad como personas que las malas artes económicas y políticas algún maldito día les arrebató.

            Redde mihi laetitiam, y que se asiente sobre este pueblo noble y trabajador la paz y la esperanza que reclamamos en nuestro himno andaluz, y que cuatro chorizos nos niegan desde sus cómodos despachos enmoquetados mientras nos callan la boca de vez en cuando con caramelitos subvencionadores.

            Redde mihi laetitiam, sencillamente porque la merecemos, porque siempre la hemos llevado a gala y dibuja en nuestros perfiles una de las más características señas de nuestra identidad. Por eso, humildemente pido que se nos devuelva lo que es nuestro.
 

miércoles, 1 de mayo de 2013

Sin exagerar...


(Aclaración para los de fuera: hoy comienzan en El Viso las Fiestas de la Santa Cruz, que viene a ser la feria del lugar, solo que aquí, como somos tan originales, la dedicamos desde tiempo inmemorial a la Cruz de Mayo, hecho por el que en todas las casetas hay una cruz generalmente de romero verde.)

             El sábado pasado estaba yo echando una mano en el montaje de mi caseta, sumergido en la rutina de poner farolillos, que yo no he puesto más farolillos en mi vida, Dios mío de mi alma... Decía que en esas estaba cuando me comentó mi amigo Onofre que se había encontrado a Fernando Martín y, por ser mi amigo entusiasta seguidor de los artículos que Martín escribe en La voz del Viso, este le invitó al pregón de las Fiestas de la Santa Cruz, que habría de recitar esa misma noche. Así que allí nos pusimos los dos. Y vaya si hicimos bien en ir, porque, sin exagerar, Fernando Martín nos regaló un rato para disfrutar como los indios. Un verdadero alarde de fino, finísimo sentido del humor que hizo las delicias de cuantos estábamos allí. Y cómo se agradece que alguien te haga pasar un buen rato a base de humor del bueno, del que no tiene que recurrir a la chabacanería ni al populismo ramplón. Si alguien no lo vio y tiene ocasión de hacerlo que lo haga, porque, sin exagerar, no se va a arrepentir.

            Pero conviene también destacar varias reflexiones, muy hondas, que introdujo Martín en el pregón. Me quedo sobre todo con la que subrayó que las Fiestas de la Santa Cruz son sobre todo una ocasión para abonar la amistad y, por ello, si debido a las actuales circunstancias no hay dinero para mantenerse en una caseta con el nivel de catering alcanzado en los últimos años, o no lo hay para estrenar traje de flamenca, ¡imaginación al poder! Proponía el pregonero incluso que antes de cerrar una caseta, que se avíen sus socios al antiguo estilo: en vez de fino catering, barril de cerveza y guiso para todos. Lo que sea antes que perder la tradición de una fiesta tan popular. Así lo dijo, valientemente,  sin exagerar. Lo malo, añado yo, es que cuando se han dado tantos pasos hacia adelante, qué difícil resulta dar uno hacia atrás. Pero mala cosa es que se anteponga el valor del dinero al de la amistad...

            Mi enhorabuena al pregonero. Un fenómeno importante, y lo digo... sin exagerar. ¡Felices fiestas a todos! Y os dejo, ¡que me voy al pescaíto!