sábado, 2 de junio de 2012

Hace hoy cinco años


Justamente hoy se cumple un lustro desde que recité la XIII Exaltación de la Eucaristía. Cinco años de uno de los días más felices de mi vida. No voy a rememorar aquí lo que para mí supuso aquella experiencia; simplemente me limitaré a renovar mi agradecimiento a quienes hicieron posible aquel capítulo feliz. (Mala cosa es no tener memoria para agradecer.) Así que gracias a mi familia, que me arropó y disfrutó tanto como yo; gracias a Manuel, entonces Hermano Mayor, quien me designó personalmente; gracias a Ricardo, por su estupenda presentación; gracias a mis amigos, que estuvieron allí viviéndolo intensamente y que me regalaron un precioso recuerdo; gracias a tantas personas que quisieron llenar la iglesia aquella noche y que me demostraron un cariño inmenso. Y gracias también a tanta gente, anónima mucha, que me paró por la calle para decirme que me habían visto por la televisión y que les había encantado; gracias a quien meses después me dijo que utilizaba el texto de mi exaltación como oración a Dios; gracias a aquella mujer que me agradeció enormemente que le regalara los folios que utilicé en la propia recitación; gracias a Rosario, que en medio de la exaltación dio un viva a la madre que me parió; gracias a quien me prestó las pastas; a quien me dijo al oído "ole tus cojones"; a quien casi me gritó con vehemencia un "bien, Juan, bien" al felicitarme;... Qué fácil es hacer feliz a alguien siquiera un día, y qué trabajo nos cuesta a veces, leches...

            Cinco años después, algunas cosas han cambiado... Ley de vida. Pero hay dos cosas que no: la fe que me impulsó a escribir y recitar aquella exaltación, y todas y cada una de las palabras e ideas que expresé en ellas. Esas, queridos amigos, son mis credenciales.

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