lunes, 23 de abril de 2012

Un cartel

Hace poco me referí a mi amigo Federico Jaime López con ocasión de la conferencia que ambos impartimos sobre la imagen del Cristo del Amor, y hoy me veo obligado a nombrarlo de nuevo. Y es que el muchacho está que se sale... Porque ahí tenéis el magnífico cartel que ha pintado para anunciar las Fiestas de la Santa Cruz (para los que sois de fuera, deciros que estas Fiestas son la feria de El Viso).
            Fede ha pintado precisamente eso: un cartel. Un verdadero impacto visual para el que lo contempla, un estallido de sensaciones, y todo ello, me consta, en tiempo casi récord. Ya anunció sus maneras en el cartel del 450 aniversario de la Hermandad Sacramental, en 2007; luego pintó el de la Semana Santa de 2009 -para mí, el mejor de todos-. Ahora nos confirma que es un estupendo cartelista, porque logra con sus creaciones captar la atención del que las observa. Y si no, fijaros: hay en el cartel una amalgama perfectamente conjuntada de colores; hay guiños a la tradición de la fiesta, como la cruz, la cornucopia, el mantón de manila (que no aparece como tal, sino como fondo, otra genialidad); hay una tremenda carga simbólica, en la que no deja escapar ni siquiera la propia historia del recinto donde se celebra la Cruz con la inclusión de la lucerna turdetana hallada allí mismo hace poco tiempo; y hay un aire de modernidad envolviéndolo todo que supone una ruptura total con la clásica -y algo vista ya- imagen de la flamenca sentadita con la cruz detrás. En definitiva, es un cartel, y como tal podrá gustar más o menos; pero lo que nadie puede negar es la valentía de Fede a la hora de coger sus pinceles. Así que te digo, amigo, lo mismo que hace un par de meses: ¡bravo, Fede!
            P.D. bienintencionada: junto con el genial cartel que pintó Eulogio Franco para la Semana Santa, este año llevamos un "2 a 0" en cuanto a cartelería visueña se refiere; a ver cómo terminamos el año...

sábado, 14 de abril de 2012

La historia de un fracaso

"España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia." Así comenzaba la Constitución de 1931, la de la II República que se instauró en España hace hoy ochentaiún años. Una frase muy bonita y que sin duda hubiera servido para construir una arcadia en nuestro suelo si no fuera porque en aquella República también hubo políticos "de toda clase", sobre todo de la mala. Sí, amigos, la II República fue una verdadera ocasión perdida para modernizar España, para instaurar el Estado de Derecho que tanta falta nos hacía, para transformar la economía rural imperante en aquel momento, para situar la sociedad a los niveles culturales de Europa, para acabar con tanto mangoneo de clases privilegiadas... Pero fallaron justamente quienes debieron tener la altura de miras suficiente como para protagonizar aquella transformación tan necesaria. Recuerdo hoy con cierta nostalgia las charlas que mantuve con mi profesor D. José Manuel Macarro, verdadero conocedor de esta etapa de nuestra historia que siempre me ha apasionado, y cómo me señalaba siempre que las bases del sistema eran sensatas, que podía haber sido verdad, pero que el invento se lo cargaron políticos radicalizados para los cuales la democracia no era un valor universal. Y por eso, la derecha atroz de la CEDA fulminó a su propio ministro Manuel Giménez Fernández -sevillano, por cierto- porque quiso continuar con lo que tuvo de acierto la reforma agraria que expropió a los terratenientes; por eso el PSOE le hizo la vida imposible a Julián Besteiro -socialista de siempre-, por su carácter conciliador, y provocó la revolución de Asturias en el 34 ¡contra el propio Estado! Y tantas y tantas cosas más... (Inciso: mi profesor Macarro fue diputado autonómico del PSOE; lo digo por si alguien piensa otra cosa...). Así ocurrió realmente, y lo que pudo ser no lo fue por políticos cretinos de uno y otro signo. Por eso, sólo dos años después de la proclamación de la II República, ya Ortega y Gasset advirtió "no es esto, no es esto...". Lo que ocurrió después no fue sino consecuencia de lo primero. Qué pena...