martes, 31 de julio de 2012

Un visueño, General de la Orden Descalza y Obispo


Fray Antonio de la Santísima Trinidad nació en El Viso en 1748, y tomó el hábito mercedario en nuestro extinto convento. Este visueño fue hombre bastante cultivado en letras y otro tipo de virtudes. Enseñó Filosofía y fue nombrado Examinador Sinodal del Arzobispado de Sevilla. Sus contemporáneos estimaban de él su prudencia y buen proceder, por lo que era consultado por eximias figuras religiosas de su época, tales como el Cardenal Luis de Borbón y Villabriga, Arzobispo de Toledo y sobrino del Rey Carlos III. Por todo ello fue nombrado General de la Merced Descalza, en cuyo gobierno dio pruebas más que suficientes de ser hombre excepcional, haciendo gala de dos cualidades tan difíciles como la decisión y la paciencia. Incluso cuando fue removido del cargo y fustigado por distintas corrientes en el seno de la propia Orden, mantuvo su talla de extraordinaria persona. Su apreciada valía le reportó el nombramiento como Obispo de Nueva Cáceres (Filipinas, que por entonces aún era colonia española), pero no llegó a tomar posesión de su cargo. Falleció en el convento de nuestro pueblo en 1829, con 81 años de edad.

            La foto que acompaña a este texto pertenece al fragmento de una carta enviada por Fray Antonio al referido Cardenal. Si la ampliáis (pinchad sobre la misma) podréis ver que está datada en 1809 en Cádiz. Esto es, en plena ocupación francesa, cuando Cádiz fue la única ciudad española no ocupada y acogió a unas cortes españolas de signo liberal. Si Fray Antonio estaba allí en esa fecha, y más tarde, durante el nefasto reinado de Fernando VII, fue hostigado hasta tener que dejar el generalato de la Orden, cabe pensar que nuestro paisano fue uno de los excepcionales clérigos que alumbraron en España el régimen liberal, que, a la postre, acabaría con la monarquía absoluta. Ciertamente, un personaje más que interesante... Y digo yo una cosa: ¿no sería este caso merecedor de que al menos se estudie la posibilidad de dedicar una calle a este ilustre visueño?

miércoles, 18 de julio de 2012

A la deriva


Cuando se está en la playa se pueden hacer varias cosas: tomar el sol, charlar, reír, leer, tirar para el chiringuito, darse un chapuzón, contemplar el paisaje, contemplar los "monumentos", aburrirse... En fin, dos o tres cosillas. Pero como mis amigos y yo somos tan modernos, no se nos ocurrió nada mejor que alquilar un catamarán. Y allá que nos encaminamos hasta la base una tripulación inmejorable compuesta por Punti, Pollo, mis sobrinos Carmen y Javier, y un servidor.

             El barquito echó a navegar y todo fue genial; aquello corría como un vespino y nosotros íbamos que lo flipábamos. Y lo digo en serio; realmente nos entusiasmó, y tengo que confesar que mientras recorríamos la línea de playa de un lado para otro (a aproximadamente 1 Km. de distancia) pude experimentar siquiera vagamente esa sensación de libertad que dicen invade a los marinos. Ahí me podéis ver, timón en mano surcando los mares como si fuera el capitán Nemo. Una experiencia realmente excitante y recomendable.

            Pero... Llegó la hora de entregar la embarcación y cuando pusimos rumbo a la playa... ¡No había dios que fuera capaz de encaminar el dichoso barquito hasta la base! Que si cambia esta vela, que si tira de esa cuerda, que si echa para allá el timón... ¡Qué sé yo! el catamarán no avanzó más que unos pocos metros cuando había pasado ya casi otra hora más de la estipulada. Ya desde mucho antes teníamos claro que el remate de la aventura era una operación de "Salvamento Marítimo". Y fue mi cuñado Jose el "vigilante de la playa" que desde tierra advirtió que algo no iba bien, por lo que resolvió avisar al tío que nos alquiló el cacharro aquel. El final no pudo ser más bochornoso: aquel hombre se acercó hasta nosotros -con un más que comprensible cabreo- en su propio catamarán, desde el que nos "abordó" para coger el mando del nuestro. Entonces volvimos a tierra en un periquete, con sensación de ridículo, pero... ¡aguantando la risa como pudimos, qué leches! En fin, que yo creo que estamos para participar en las regatas de Londres 2012 con serias aspiraciones de medalla...

martes, 3 de julio de 2012

Hablemos de Italia


Pasó la Eurocopa y todo el mundo habla del fútbol excelso de España, de su tremenda calidad, de que está marcando una época...  No seré yo quien no diga eso, ¡faltaría más, si también yo soy español, español, español...! Vamos, que por mí, que el Rey, que ya hizo marqués a Del Bosque,  nombre Grandes de España a los jugadores, porque eso es lo son: unos tíos grandes.
 
            Pero mirad por dónde que me apetece más hablar de Italia, nuestra rival en la final. Reconozcámoslo: más de uno estábamos acojonadillos antes del partido. Sobrevolaban por nuestra mente funestos fantasmas: que si no les hemos ganado nunca, que si son muy competitivos, que vaya la que le dieron a Alemania, que... Y ya el colmo para temerles más era que contemplábamos atónitos cómo esta Italia es distinta a la de siempre: nada de catenaccio sino juego al ataque, fiaban su estrategia a la calidad de Pirlo y no a las patadas del Gatusso de turno, una defensa muy adelantada, jugadores nobles exceptuando al pirado de Balotelli... Vaya, vaya con Italia... ¡Si no hay quien la reconozca!  Y aún había, por lo menos en mí, otro temor: como se le tuerzan las cosas en la final, empiezan con el juego sucio, con la provocación, la marrullería y otras malas artes que han practicado de toda la vida de Dios. No se me borraba de la cabeza el codazo de Tassoti a Luis Enrique y otras triquiñuelas semejantes. Total, empieza la final y, aunque tímidamente, se aprecian todas esas bondades que adornan a la renovada Italia. Pero las cosas empiezan a irles mal. "Ya va a empezar el festival de patadas y recuerdos a las madres de los jugadores españoles", pensé... ¡Pero no!  ¡Seguían a lo suyo, a intentar remontar con nobleza! No lo podía creer, los italianos se han vuelto jugadores honestos y ¡limpios, limpios! Claro, y más que lo serán ahora mismo con el baño que se llevaron...