miércoles, 16 de noviembre de 2016

Partitura de la luna (VI). Superluna


                                                     (14 de noviembre de 2016)
               
                              Días menguantes… Pereza…
                              Corre el mes como trasunto
                              de un poema de difuntos
                              cuando la luz muere lenta.
                              Leonard es ya sementera
                              de tinieblas y penurias.
                              Entonces… ¡superluna!
                              ¡Un grito blanco en el cielo,
                              la flor clara de un deseo
                              que siempre nace oportuna!

jueves, 10 de noviembre de 2016

Partitura de la luna (V)



¿Y esas noches en que no se le ve?
Miro y miro el manto negro, mas…
no se le ve.

Pasa en esta noche de calma.
Miro y miro el manto negro, mas…
no se le ve.

Alzo la vista, la busco, la llamo, mas…
no se le ve.

¿Qué esquiva hoy su figura?
¿La oculta un sortilegio?
¿Por qué solo estrellas en este páramo
sin luz?

Miro y miro el manto negro, mas…
no se le ve.

Y cuando no se le ve,
la noche,
noche no es.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La memoria (musical) recuperada


Quien bien me conoce sabe que soy un empedernido melómano. La música vive conmigo, me acompaña en todo momento, y me alegra, me entristece, me evoca, pero sobre todo me emociona. Mis gustos en cuanto a música moderna se los debo a mi hermano mayor, Manolo, Lito para todo el mundo. Su fabulosa colección de discos hizo descubrirme un universo de bandas y autores desconocidos para el gran público, pero de una calidad igualmente desconocida. En los años de mi infancia y primera juventud gocé enormemente escuchando discos de The Smiths –con aquellas espléndidas carátulas-, Saint Etienne, Tindersticks, The Jayhawks, Belle and Sebastian… y tantos otros grupos anglosajones o del fructífero panorama indie español. Bandas que, Dios las libre, jamás ganarían un Grammy de esos con que la gran industria aborrega al personal inocente, pero que me señalaron el camino de la música de culto y calidad, en la línea en que siglos atrás lo hicieran Bach, Mozart, Fauré, Debussy o Falla.

            Pero mi hermano se casó, y con él se marchó esa fantástica discoteca que instruía mis conocimientos musicales. Gran orfandad para mi persona. Eran años en que no había un acceso tan fácil a la música que deseabas escuchar. Ahora la cosa es muy distinta, y gracias a Spotify y a Youtube, estoy recordando nombres, y a la vez, reencontrándome con enormes canciones que estaban ya olvidadas. Estoy seguro de que a todos os ha pasado alguna vez que os habéis encontrado con una fotografía, una prenda o un simple objeto que teníais ya completamente olvidado y el simple reencuentro os ha devuelto a un mundo de agradables sensaciones, de gustos en paladares ya secos, de emociones marchitas por el implacable avance del calendario. Eso me está pasando a mí con la música que se fue de casa. Y cada reencuentro supone una brizna de escalofriante emoción, de incontenible alegría, de… ¿nostalgia? Qué grande es la música, que con su simple susurro provoca un seísmo en mis tranquilos vellos.

P.S. 1: mi último reencuentro ha sido con este delicioso tema de los Waterboys, que os dejo más abajo.
P.S. 2: le debo una “novena” a Spotify y a Youtube…


lunes, 5 de septiembre de 2016

Partitura de la luna (IV)

                           


                           Te busco, noche, y te encuentro
                           toda teñida de plata.
                           Alta gracia de la dama
                           que siempre anda a mi acecho.

                           Te encuentro, noche, helada
                           aun cálida en este estío,
                           combinando mil destinos
                           y calles desangeladas.

                           Solo Satie me acompaña
                           con un piano cadencioso;
                           pasar… pasa alguien, solo,
                           y nubes almidonadas.

                           Ginebra y agua tónica
                           -algo para mis adentros-;
                           no me atrevo, por modesto,
                           a contravenir tu norma.

                           Y tú, teñida de plata,
                           no esperas más compañía
                           que una lenta sinfonía 
                           y la gracia de tu dama.

martes, 30 de agosto de 2016

La Eurocopa de la Arcadia

Hace cuatro años escribí un artículo que titulé La Eurocopa de Mastercard; en el mismo rememoraba los recuerdos ácidos, bohemios y casi surrealistas que me proporcionó la Eurocopa de cuatro años atrás, es decir, la de 2008. Comoquiera que en 2012 la historia se repitió, es decir, fue una competición vivida de forma muy singular y además la volvió a ganar España, hubo quien me sugirió que tendría que escribir sobre ella, ¿verdad, Ana?, ¿verdad, Mar? Pues nada, como ahora también han pasado ya cuatro años y también ha habido Eurocopa, creo que es momento de atender aquella petición.

            La cosa es más o menos sencilla. Plaza de Abastos de mi pueblo, El Viso. María del Mar lucha por sacar adelante a base de mucho empeño y esmero un curioso bar que nosotros –unos cuantos aficionados a la barra fija- tomamos como centro de operaciones de cara a aquella Eurocopa. Ver allí un partido, fuera o no de España, se convirtió en rutina casi diaria, aliñada con las siempre transgresoras sentencias de mi primo el Golfo, la verborrea académica y erudita de Rafael, y… -lo mejor- la belleza y frescura que aportaban Ana y la propia María del Mar. Vamos, ¡una Arcadia! Por cierto, no me voy a dejar al margen: allí andaba el menda, babeando las más de las veces pero también enjaretando versos en ciertos momentos de lucidez.

            Suenan los himnos… ¡Pon el primer botellín, Mar! Minuto uno: pon el segundo… Y así sucesivamente. Avanza el partido. Pongamos que jugaba Alemania… y Rafael pontificaba de forma impecable sobre Lutero, Bismarck o el III Reich. Pongamos que jugaba Francia… y de seguro que mi primo tenía algo que decir sobre las francesas… Minuto 90: pon otro, Mar. Ha acabado el partido hace una hora: echa el penúltimo, Mar. ¡Oye, ahora cierras y nos vamos a tomar una copa por ahí!

            Y entretanto, Mar sirviendo botellines y algo de comer –sofisticados platos que preparaba ella- mientras nos hechizaba a todos con su desparpajo y encanto personal. Y Ana, como una más, tumbando a cualquiera de nosotros en todos los aspectos posibles. Menuda es mi Ana del alma…


            Final de la Eurocopa: España gana 4 a 0 a Italia. Rememorar el partido sería insistir en lo escrito más arriba. Mas, como todo lo bueno, la Arcadia terminó; creo incluso que con aquella final. Seguimos viéndonos allí un tiempo. Pero ya no fue lo mismo. El aire decadente empezó a soplar y Mar cerró el negocio poco después. Así termina siempre lo que se recuerda como un sueño.