jueves, 28 de junio de 2012

Precisamente en Albi...

Veo en las noticias que han trincado a dos etarras en Albi (pronúnciese Albí), con sus pistolitas y avíos de matar -ellos que no hacen más que decir que quieren dejarlo... ¡ja!-. Hace unos años estuve, en buena compañía, de viaje por Occitania, y además de Toulousse y Carcasonne, visitamos Albi, la ciudad que allá por el siglo XIII fue la cuna de la herejía albigense, la de los cátaros, que estremeció al cristianismo y precisó de un gran esfuerzo militar y la declaración de cruzada para ser sofocada. Albi es una de esas ciudades con verdadero encanto, que te impresiona desde lejos al contemplar cómo su imponente catedral se yergue majestuosa sobre el caserío. Sus calles conservan el trazado y la fábrica medieval y es una verdadera gozada pasear por ellas sin rumbo, como hicimos nosotros, empapándonos de su ambiente evocador, del sabor de los siglos.
            Y uno lamenta que precisamente en una ciudad tan bella tengan que merodear las ratas etarras. ¿Es que ya no se conforman con San Juan de Luz y Bayona?, ¿es que tienen que podrir hasta el suelo más estimado por tanta gente? ¡Fuera de Albi, canallas!, ¡fuera de Francia!, ¡fuera del mundo! Ojalá acaben tan borrados como los cátaros... Vamos, como resulte que también están en Carcasonne, lo único que les deseo, aparte por supuesto que los cacen, es que pasen allí el mismo calor bochornoso que sufrimos nosotros, ¿verdad, amigos?

sábado, 16 de junio de 2012

La Eurocopa de Balerma y Mastercard

Estaréis de acuerdo conmigo en que es habitual relacionar mentalmente algún acontecimiento o época con alguna pieza musical, imagen concreta o incluso con alguna persona. Yo personalmente tengo en mi cabeza multitud de melodías que, al reproducirlas, me retrotraen inmediatamente a determinados momentos vividos.
            En estos días de Eurocopa me acuerdo de la de hace cuatro años, y es lógico que me asalten imágenes como la del gol de Torres, o la de la euforia desatada cuando Casillas levantó la copa, y de otros sublimes momentos. Pero, para mí, aquella Eurocopa 2008 tendrá siempre dos recuerdos indisolublemente asociados. El primero es el escenario donde viví (y digo viví, y no vi) dos partidos trascendentales: el de cuartos contra Italia y la semifinal ante Rusia. Estaba yo trabajando ese curso en El Ejido, y me trasladé a ver esos partidos a la playa de Balerma, en una alucinante taberna a la orilla del mar, hasta la bandera de gentes variopintas entre los que no faltaban 7 u 8 guindillas lugareños enrolladísimos y aplicados en que el ambiente oliera a monte… Hay que ver lo que une el fútbol: allí estaba yo compartiendo cervezas, abrazos y besos con gente desconocida. Ambiente eufórico-bohemio.

            Y el segundo recuerdo es nada más y nada menos que un anuncio de televisión, el de la tarjeta Mastercard, que os adjunto abajo y que seguro también recordaréis porque aquellos días lo repitieron hasta la saciedad. Un verdadero alarde de imaginación para rendir homenaje a España: en un familiar día de playa se evoca a genios españoles (Gaudí, Cervantes y Picasso); y de banda sonora aquella "Nana de Sevilla" de honda raigambre hispana que grabó La Argentinita con Federico García Lorca al piano. Pedazo de taberna y genial anuncio. ¡Como para no ganar la Eurocopa!

viernes, 8 de junio de 2012

Hablando de pregones...


En mi última entrada hablé sobre el aniversario de mi exaltación de la Eucaristía. Bueno, pues hablando de pregones quiero hoy referirme al de las Glorias de María, que el domingo pasado recitó José María "Tallo". Y quiero hacerlo para, fundamentalmente, felicitarle públicamente porque, con mucha dignidad y un alto sentido religioso, "Tallo" se limitó a recitar un pregón. Puede que os suene raro lo que estoy diciendo, pero es que ya se echaba en falta pues eso... un pregón, mejor o peor escrito, más o menos bello -esto ya depende del gusto personal-, pero un pregón al fin y al cabo. Sí, un pregón en el que si se habla de uno mismo y de la familia se hace de pasada y no como actores principales del texto, un pregón en el que no se recurre al sentimentalismo para arrancar la lágrima fácil al respetable ("Tallo" dedicó unas palabras al fallecido Juan José con mucha elegancia y sin tener que poner a nadie a llorar). En fin, que yo también me uno a lo que expresó Antonio Muñoz en su blog La Zambrana hace unos días: un pregón debe limitarse al objeto de lo pregonado. Por cierto, chapó por la presentadora, su hermana Alcora, a la que no tengo el gusto de conocer personalmente pero a la que también envío una felicitación por hacer pues eso... una presentación, apenas unos minutos para decirnos quién es y qué es el pregonero. Nada de mini pregón de 20 ó 25 minutos e, igualmente, nada de sentimentalismos (y eso que presentaba a sangre de su sangre). Lo dicho: enhorabuena a ambos.

             Y hablando de pregones... El próximo será el de las Fiestas Patronales, y el Ayuntamiento, organizador del mismo, no ha tenido mejor ocurrencia que nombrar para darlo a... un servidor.

sábado, 2 de junio de 2012

Hace hoy cinco años


Justamente hoy se cumple un lustro desde que recité la XIII Exaltación de la Eucaristía. Cinco años de uno de los días más felices de mi vida. No voy a rememorar aquí lo que para mí supuso aquella experiencia; simplemente me limitaré a renovar mi agradecimiento a quienes hicieron posible aquel capítulo feliz. (Mala cosa es no tener memoria para agradecer.) Así que gracias a mi familia, que me arropó y disfrutó tanto como yo; gracias a Manuel, entonces Hermano Mayor, quien me designó personalmente; gracias a Ricardo, por su estupenda presentación; gracias a mis amigos, que estuvieron allí viviéndolo intensamente y que me regalaron un precioso recuerdo; gracias a tantas personas que quisieron llenar la iglesia aquella noche y que me demostraron un cariño inmenso. Y gracias también a tanta gente, anónima mucha, que me paró por la calle para decirme que me habían visto por la televisión y que les había encantado; gracias a quien meses después me dijo que utilizaba el texto de mi exaltación como oración a Dios; gracias a aquella mujer que me agradeció enormemente que le regalara los folios que utilicé en la propia recitación; gracias a Rosario, que en medio de la exaltación dio un viva a la madre que me parió; gracias a quien me prestó las pastas; a quien me dijo al oído "ole tus cojones"; a quien casi me gritó con vehemencia un "bien, Juan, bien" al felicitarme;... Qué fácil es hacer feliz a alguien siquiera un día, y qué trabajo nos cuesta a veces, leches...

            Cinco años después, algunas cosas han cambiado... Ley de vida. Pero hay dos cosas que no: la fe que me impulsó a escribir y recitar aquella exaltación, y todas y cada una de las palabras e ideas que expresé en ellas. Esas, queridos amigos, son mis credenciales.