miércoles, 31 de agosto de 2011

Con Ben Kingsley


El sábado por la noche estábamos tomando una copa tranquilamente en la calle Placentines cuando de buenas a primeras apareció un exótico séquito de unos treinta tíos. Cuál fue mi sorpresa cuando pude distinguir entre ellos al actor británico Ben Kingsley. Rápidamente advertí a mis amigos, que no lo conocían mucho, aunque casi todos supieron relacionarlo con su famosa interpretación de Gandhi. Mi escaso inglés me permitió pedirle que se fotografiara con nosotros, a lo que accedió amablemente. Y ahí lo ven; tanto se volcó el hombre que hasta puso su mano sobre la mía cuando la apoyé en su hombro.

            La verdad es que cuando nos encontramos a un famoso, nuestro cuerpo experimenta un "subidón" o una descarga de algo -yo no lo sé, no soy científico; a ver si Antonio el Negro lo aclara-. Otra cosa es cómo reaccionamos ante este hecho. Porque si en lugar de Ben Kingsley hubiera pasado por allí Belén Esteban, yo, sin ir más lejos, me hubiera quedado cómodamente sentado. Definitivamente, el hombre tiene una capacidad para admirar a otros inversamente proporcional a la que posee para despreciarlos.

sábado, 27 de agosto de 2011

Dichosos carritos


Fue Reyes la que me animó a escribir sobre esto, así que va por ella, con mi particular felicitación por su cumpleaños.
            El caso es que la otra noche, en animada conversación, les conté a unos amigos que había ido por primera vez a ikea, esa especie de "santuario" del mueble al que parece que "obligatoriamente" tenemos que ir por lo menos una vez en la vida, como si fuera una peregrinación -¡¡¡quillo, ¿tú no has ido nunca al ikea?!!!, te preguntan a veces con tremenda perplejidad-. Bueno, pues el caso es que cuando después de marearme como una perdiz, enterarme al fin de cómo funciona aquello, y perderme tres o cuatro veces -uno es así de cateto, qué le vamos a hacer-, después de todo ello, digo, encontré lo que buscaba y me fui en busca de un carrito para cargar la demanda. Luego de introducir el eurito para liberar al carro de sus cadenas, comprobé con gran mosqueo lo que ya me había pasado antes en otros hipermercados; ¿y a quién no le ha pasado esto alguna vez, amigos? El carrito tenía una de sus ruedas delanteras inmovilizada, de manera que no había forma de hacerla girar. Resultado: tuve que transitar por el inmenso almacén con el carro torcido para que pudiera avanzar de frente. La sensación de estar haciendo el ridículo no había quien me la quitara.
           
 Ya entre risas, continuamos hablando en la tertulia sobre los carritos de los híper, saliendo a relucir otra de sus "virtudes": la dificultad de tomar una curva en los pasillos del establecimiento cuando el carro va cargado hasta arriba. Que si se te va para otro lado, que si requiere un gran esfuerzo encauzarlo, que si poco menos que necesitas una rotonda para hacer el giro,... La solución la aportó Blanco: en vez de llevar el carrito cogido por su mango -que es el sitio natural-, lo mejor es ponerte en una de sus esquinas delanteras. Vamos, como si fueras el patero de un paso. Así es mucho más fácil conducirlo.
           
Dichosos carritos... Con lo buen invento que son y la de problemas que dan a veces. Y, una vez más, las paradojas de la vida, y es que yo creo que los que mejor funcionan son los de esa pobre gente que los utiliza no para llenarlos de compra, sino con lo que encuentran rebuscando entre los contenedores. Y es que no hay nada mejor cuidado como un instrumento de supervivencia.

martes, 23 de agosto de 2011

Ya podéis subir comentarios

            Hola amigos. Algunos de vosotros me ha trasladado la imposibilidad de subir comentarios a mis entradas. Pues bien, ya está solucionado. Se trataba de que para poder hacerlo había que estar registrado en google. A partir de ahora cualquiera de vosotros puede publicar un comentario sin problemas. Es muy sencillo: cuando os aparezca la opción "seleccionar perfil" pincháis en la flechita y entonces podéis elegir dos opciones ("Nombre/URL" o "Anónimo"). Poned la que queráis; aunque, hombre, uno prefiere que os identifiquéis. ¡Estamos entre amigos!

lunes, 22 de agosto de 2011

JMJ

Me siento realmente abrumado por cómo ha transcurrido la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid. Ha sido impresionante contemplar lo que allí se ha movilizado. En tiempos en que a la Iglesia se le ataca por todas partes, la juventud, precisamente la juventud, a la que más se tacha de falta de valores, ha venido de todos los lugares del mundo para demostrarnos que la roca de Pedro sigue tan fuerte como siempre. Pese a que cometa errores -al fin y al cabo, la Iglesia está dirigida por hombres-. Insisto en que es impresionante, emocionante y alentador ver cómo más de un millón de almas canta y baila en la alegría del Señor, a la vez que es capaz de guardar un estremecedor silencio en la adoración al Santísimo Sacramento o en la misa de Cuatro Vientos. Y de las intervenciones del Papa, me quedo con esta frase que ojalá los que somos creyentes la lleváramos siempre grabada a fuego en nuestro corazón: "No os avergoncéis del Señor". Tremenda lección. Porque ¿cuántas veces le hemos negado, verdad amigos?, ¿cuántas veces nos sentimos como apestados en la sociedad por ser católicos  y lo ocultamos privándonos de nuestra propia libertad?
            Y una última reflexión. Cuando un anciano de 84 años es capaz de movilizar a más de un millón de jóvenes, es porque, irremediablemente, hay una gran Verdad detrás de todo ello. Cuando hace cuatro años recité la Exaltación de la Eucaristía de mi Hermandad afirmé: "Fijaos si es o no cierta la presencia real y verdadera de Jesucristo en la Eucaristía; que no puede haber falsedad que se sostenga durante veinte siglos. Porque una mentira o un secreto están hechos para ser descubiertos; y no es que lo diga yo, es la misma Palabra de Dios la que lo proclama: “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público” (Lc 8,16). Pues eso.
            Si yo fuera agnóstico, hoy tendría más dudas que nunca.

viernes, 19 de agosto de 2011

Bloguear en tiempos revueltos


            Cuando yo estudiaba la EGB existían en mi colegio unos talleres de manualidades a los que obligatoriamente habíamos de inscribirnos los alumnos. Creo que fue en el séptimo curso cuando me apunté al de encuadernación, en el que aprendí -qué cosa tan curiosa- a hacer libros. De mi paso por ese taller obtuve un librito con tamaño de cuartilla y de unas trescientas páginas, que yo mismo realicé con mis manos. Sí, fui artesano; breve, pero artesano al fin y al cabo. Un poco después, concretamente el 21 de julio de 1988 decidí emplear el librito escribiendo en sus páginas inmaculadas una suerte de diario en el que apuntaba comentarios sobre aficiones, asuntos personales, etc.  No escribía a diario, evidentemente, sino únicamente cuando me apetecía. Así hasta principios del año 2006, en que agoté sus páginas. De modo que hoy ese diario es una verdadero documento en el que puede analizarse mi evolución caligráfica -desde una letra infantil hasta la que utilizo hoy día- , y, por supuesto, mi evolución intelectual. Pero cuando se agotaron sus páginas, también se agotó la idea. Nunca hice por agenciarme otro libro en blanco -tendría que comprarlo, pues mi paso por la artesanía quedó olvidado-, para componer el segundo volumen de mi diario -¡qué cursi me ha quedado esto!-.

            Así que ahora he decidido hacer algo parecido, pero en un formato completamente distinto y además públicamente. Eso sí, está por ver si logro darle continuidad o se queda todo en una mala "picá".

            Y lo hago en momentos de cambios para mi persona, que empezaron en julio del año pasado, cuando aprobé por tercera vez consecutiva las oposiciones de Secundaria, pero una vez más quedé fuera del funcionariado.

            En septiembre me enviaron a trabajar a Cómpeta, un pueblecito de la Axarquía malagueña, muy bonito y con gente y compañeros encantadores, pero muy lejos...

            ...Precisamente cuando más necesité la cercanía de los míos y de lo mío, porque fue justo entonces cuando me sobrevino uno de los reveses que de cuando en cuando nos depara la vida. Pero bueno, a fuerza de tiempo y serenidad, todo pasa. ¡Mi ave fénix siempre resurge!

            Otro cambio ha venido de la mano de mi padre, con el que convivo, que ha dado un bajoncillo físico que le ha convertido en una persona distinta a como era hace escasamente un año y precisa de mayores atenciones.

            Y algo más, pues también se avecinan cambios económicos. Desde hace poco tengo apalabrado, que no comprado aún, un precioso ático en el que, en fecha todavía indefinida, pienso establecer mi hogar.

            Y, por último, durante el curso próximo trabajaré en La Puebla de Cazalla, muy cerquita de aquí, lo que me permitirá residir en mi casa por primera vez tras cuatro años de "exilio". ¡Ya tocaba!
            En definitiva, tiempos revolucionarios, de cambios en mi vida, tiempos revueltos para bien y para mal, pero que desde ahora los afronto con nuevas ilusiones y proyectos. No quiero despedirme sin saludaros a todos y compartir con vosotros un brindis imaginario por la vida, que merece la pena. ¡Bienvenidos a La zarabanda!