martes, 24 de diciembre de 2013

Verle la carita

Debió ser algún tiempo después del nacimiento de Jesús. María descansaba en casa de sus padres cuando alguien llegó llamando a la puerta. Abrió el abuelo del Niño Dios. ¿Qué desea usted?. El visitante, sin esconder su sorpresa por la pregunta, respondió sin ambages: ¿qué voy a querer, don Joaquín, qué voy a querer? ¡Verle la carita a su nieto Manuel!
           
            Qué claro lo debía tener aquel buen hombre. Porque en la carita del Niño que había nacido podía ver el amanecer más radiante y un largo atardecer de cielos azules y rosas. Podía ver a aquella boquita recitar los más bellos versos y cantar como mil coros de ángeles. Escuchar las más acabadas melodías, los más afinados sonidos. Contemplar las excelsas maravillas que al ojo regalan lápices, pinceles o gubias. Sentir el calor de la caridad, el bálsamo de la humildad, el latido de la fraternidad. Y, siempre, una natural y eterna sonrisa apuntalada con la fuerza del abrazo amigo. Podía ver... humanidad. Porque en la carita del nieto de don Joaquín, aquel hombre podía ver al Hombre.


            Con mis mejores deseos, feliz Navidad.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El día del Réquiem

Hoy, 5 de diciembre, aniversario de la muerte de Mozart, millones de melómanos de todo el mundo cumpliremos con la costumbre de escuchar su Réquiem. El Réquiem de Mozart, uf... Insigne partitura que traspasa los océanos del tiempo sin desbastar una sola astilla de su proa seductora. Compases enlutados, lúgubre instrumental en la orquesta. Chasquidos de frío mármol que se cuelan por las entrañas para erizarnos las entretelas de los sentidos. Porque el Réquiem no solo se escucha; aunque esté hecho para los muertos, se vive.

                                    Requiem aeternam done eis, Domine,
                                    et lux perpetua luceat eis.

            Deja que te arrastre el torbellino del Dies Irae, sumérgete en la insondable profundidad del Tuba mirum, y suplica salvación con sideral esfuerzo coral al Rex tremendae majestatis.

             Y cuando entren en lo más íntimo de tu ser las magistrales notas del Lacrimosa,
                                               Lacrimoso día aquel
                                               cuando resurgirá de las
                                               cenizas el hombre,
sigue entonces pidiendo
                                               Pie Jesu Domine,
                                               dona eis requiem. Amen.


P.D.: con mi sentido homenaje a Fernando Argenta, que cambió la batuta de su padre -el gran Ataúlfo- por los micrófonos para enseñar a generaciones de españoles a gozar de composiciones como estas. Falleció hace dos días. Requiem aeternam dona eis, Domine.