
La
cosa es más o menos sencilla. Plaza de Abastos de mi pueblo, El Viso. María del
Mar lucha por sacar adelante a base de mucho empeño y esmero un curioso bar que
nosotros –unos cuantos aficionados a la barra fija- tomamos como centro de operaciones
de cara a aquella Eurocopa. Ver allí un partido, fuera o no de España, se
convirtió en rutina casi diaria, aliñada con las siempre transgresoras
sentencias de mi primo el Golfo, la verborrea académica y erudita de Rafael, y…
-lo mejor- la belleza y frescura que aportaban Ana y la propia María del Mar.
Vamos, ¡una Arcadia! Por cierto, no me voy a dejar al margen: allí andaba el
menda, babeando las más de las veces pero también enjaretando versos en ciertos
momentos de lucidez.
Suenan
los himnos… ¡Pon el primer botellín, Mar! Minuto uno: pon el segundo… Y así
sucesivamente. Avanza el partido. Pongamos que jugaba Alemania… y Rafael
pontificaba de forma impecable sobre Lutero, Bismarck o el III Reich. Pongamos
que jugaba Francia… y de seguro que mi primo tenía algo que decir sobre las francesas…
Minuto 90: pon otro, Mar. Ha acabado el partido hace una hora: echa el
penúltimo, Mar. ¡Oye, ahora cierras y nos vamos a tomar una copa por ahí!
Y
entretanto, Mar sirviendo botellines y algo de comer –sofisticados platos que
preparaba ella- mientras nos hechizaba a todos con su desparpajo y encanto
personal. Y Ana, como una más, tumbando a cualquiera de nosotros en todos los
aspectos posibles. Menuda es mi Ana del alma…
Final
de la Eurocopa: España gana 4 a 0 a Italia. Rememorar el partido sería insistir
en lo escrito más arriba. Mas, como todo lo bueno, la Arcadia terminó; creo
incluso que con aquella final. Seguimos viéndonos allí un tiempo. Pero ya no
fue lo mismo. El aire decadente empezó a soplar y Mar cerró el negocio poco
después. Así termina siempre lo que se recuerda como un sueño.
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