viernes, 5 de agosto de 2016

Arahal no es el único caso

Supongo que conocen el caso. El Ayuntamiento de Arahal convoca un concurso para elegir el cartel anunciador de las Fiestas del Verdeo. Ante la baja calidad de las obras presentadas, el jurado, compuesto por profesionales de la pintura, decide con buen criterio declarar desierto el premio. No hay cartel, por lo tanto, de entre los presentados. Posiblemente, primer motivo de mosqueo para los lugareños. Ante tal tesitura, el Ayuntamiento opta, también con buen criterio, por encargar el cartel a Rafael Laureano, un pintor consolidado con acreditada solvencia en cartelería. Laureano, que lógicamente cobra por su obra, presenta una obra moderna –la que pueden ver aquí al lado-, con guiños clásicos, tradicionales e incluso mitológicos; una obra que, como todas, puede o no gustar, pero indudablemente bien ejecutada. Un cartel, en definitiva, digno de unas fiestas con arraigo en Arahal. Pero… a los arahalenses no les gusta, y como no les gusta comienzan a recoger firmas para que el cartel sea retirado. Al Ayuntamiento le entra el canguelo y cede a la retirada; no solo eso, sino que además organiza una votación popular para elegir el nuevo cartel de entre los que el jurado profesional había descartado. Vaya usted a saber si tras la protesta vecinal no hay otros factores ocultos; yo no voy a entrar en eso. Pero sea como fuere, la catetada es de medalla olímpica, ahora que estamos en eso. Y en cuanto al papel del Ayuntamiento… pues vaya cartelazo el suyo, y nunca mejor dicho. Viva la democracia y muera el arte. Todo sea por no quitar la voz al pueblo.

            Del caso de Arahal pueden extraerse algunas conclusiones. Una primera es que si al final todo puede solucionarse –y justificarse, que es lo malo- con una fiestecita democrática, ¿se puede aplicar a otros casos? Imaginen que mi Ayuntamiento invierte un dinerito curioso en remodelar las aceras de mi calle, y a mí me da por decir que no me gusta el acabado. Empiezo a calentar a la vecindad, recogemos firmas y declaramos al Ayuntamiento que no nos gusta cómo han quedado las aceras, que queremos las baldosas… amarillas, por ejemplo. El Ayuntamiento, que huele el revuelo, cede a las primeras de cambio, levanta las aceras recién terminadas y nos pone las baldosas amarillas, obviando por supuesto el sobrecoste que ello supondría. Entonces los vecinos de más allá se ponen en las mismas y reclaman baldosas verdes, y los de más allá aún las quieren azules, y así sucesivamente. Y el Ayuntamiento tragando con toda reclamación. Sobregasto justificado por la democracia.

            Mas, pensando en lo de Arahal, llego a otra conclusión. El caso ha sido sonado, pero no es el único. Vamos a ponernos en mi pueblo, en El Viso del Alcor. Aquí no hemos llegado, Dios nos libre, al extremo de elegir un cartel por votación previo rechazo de uno en condiciones. Pero también el arte ha sido pisoteado en ocasiones con la aquiescencia de quienes deberían velar por su conservación. Dense un paseo por el casco antiguo –es un decir- de la localidad y verán cómo al lado de una casa barroca del XVIII se ha permitido levantar otra que ni siquiera recuerda a la arquitectura popular de siglos pasados; verán cómo se ha permitido derribar casas de fachadas blancas y cubierta de tejas –lo de toda la vida- para construir en su solar verdaderos adefesios que literalmente molestan a la contemplación de entornos históricos; verán cómo la Plaza Sacristán Guerrero se remodeló años ha con criterios más de urbanización de playa que propiamente andaluces; verán cómo la pretendida reconstrucción del palacio de los condes de Castellar incluyó un hermoso y acertado tejado… que luego se tapó incomprensiblemente con un pretil, o verán sus mastodónticos y asimétricos ventanales de la planta baja. No, no es Arahal el único caso. Si quieren, otro día lo buscamos en la mismísima Sevilla, una de las ciudades más bonitas del mundo… hace ya algún tiempo.


P.S.: gracias a los vecinos de Arahal, el cartel de Laureano tendrá una repercusión que difícilmente la hubiera soñado su autor…

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