
Pero mirad por dónde que me apetece
más hablar de Italia, nuestra rival en la final. Reconozcámoslo: más de uno
estábamos acojonadillos antes del partido. Sobrevolaban por nuestra mente
funestos fantasmas: que si no les hemos ganado nunca, que si son muy
competitivos, que vaya la que le dieron a Alemania, que... Y ya el colmo para
temerles más era que contemplábamos atónitos cómo esta Italia es distinta a la
de siempre: nada de catenaccio sino juego al ataque, fiaban su estrategia a la
calidad de Pirlo y no a las patadas del Gatusso de turno, una defensa muy
adelantada, jugadores nobles exceptuando al pirado de Balotelli... Vaya, vaya
con Italia... ¡Si no hay quien la reconozca! Y aún había, por lo menos en mí, otro temor:
como se le tuerzan las cosas en la final, empiezan con el juego sucio, con la
provocación, la marrullería y otras malas artes que han practicado de toda la
vida de Dios. No se me borraba de la cabeza el codazo de Tassoti a Luis Enrique
y otras triquiñuelas semejantes. Total, empieza la final y, aunque tímidamente,
se aprecian todas esas bondades que adornan a la renovada Italia. Pero las
cosas empiezan a irles mal. "Ya va a empezar el festival de patadas y
recuerdos a las madres de los jugadores españoles", pensé... ¡Pero no! ¡Seguían a lo suyo, a intentar remontar con
nobleza! No lo podía creer, los italianos se han vuelto jugadores honestos y
¡limpios, limpios! Claro, y más que lo serán ahora mismo con el baño que se
llevaron...
¿Lo malo de todo tu análisis sabes qué es? Que si dejando la marrullería a un lado se han encontrado con 4 goles; mucho me temo que bienvenida sean nuevamente las patadas y alabados los codazos...
ResponderEliminarPero en fin, a nosotros que nos quiten lo bailao.