miércoles, 11 de septiembre de 2013

El reinado del nardo


Se te escapa el estío como agua de entre las manos. Ni siquiera te dio tiempo a pensar en lo que te quedó pendiente por hacer y que ya no se hará; sencillamente, ahora no es momento. Prefieres congelar el tiempo pasado en un anaquel colmado de quehaceres pasajeros. Ya da igual... te dices. Es septiembre, y ahora las cosas son de otra manera. La rutina parece que te amenaza y te advierte enseñándote sus afiladas garras: te vas a enterar tú ahora... Dentro de un mes, a esta hora es de noche, comentas a tus conocidos impulsando en tu habla una pesadumbre que más aún te pesa para tus adentros. No encuentras donde hollar lo irreversible de los designios cotidianos.

            O sí. Una luz, un fogonazo más bien, te vale para escrutar caminos por los que encauzar un alma que pensabas ya medio arrumbada. ¿Es que lo habías olvidado? Seguro que no... Y de pronto, de aquellos mismos anaqueles empiezas a descongelar agradables sensaciones. Ves que los atardeceres se han tintado de bellísimos horizontes anaranjados, que un alcor rebrinca de gozo efusivo, que desde la vega parece subir un canto de alabanza... Definitivamente, un fogonazo azul ha tornado tu escenario de derrota en victoria.

            Un torbellino azul que sitúa su vórtice en una serena mirada y una sonrisa permanente digna de pugnar con la de la Gioconda.  La misma que entusiasmó tus días infantiles, cuando, varita en mano, acudías a dejar la primera ofrenda de tu vida, haciéndote partícipe y heredero de ancestrales ritos mediterráneos renovados cada año sobre el alcor. De alguna manera, te sientes parte del azul que lo baña todo estos días. No puedes, o no sabes, soslayar tu propia existencia, tus cosas, de las de todo un pueblo. Y te dejas cautivar por aquellos ojos, por esas manos que sostienen un cetro y un Rey... ¿Se puede ser más poderosa?


            Por eso oyes en el horizonte de tus sentidos cánticos de júbilo; ves tardes que se acortan para ceder el escenario de las pasiones a noches engalanadas con una jaculatoria de versos; palpas la eléctrica alegría del abrazo fraterno con los que te rodean, en una suerte de ensayo de, ay, un mundo mejor...; hueles... ¡como nunca!, pues ya la verdadera vara de mando de estos días enseñorea sus albas flores para aromar los aires de la tarde; y gozas con esa mirada... siempre su mirada... Reina ya el nardo sobre el alcor, y las emociones se te clavan por los vericuetos más intrincados del alma. A ti, hoy, te sobran los repelucos.

4 comentarios:

  1. Precioso Juan! Escalofríos de vísperas. Ya está aquí el día 12.

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  2. Esto es muy bueno, sin necesidad de reclamar al sentimentalismo empalagoso. Recrearse en la belleza de la lengua, jugar con las palabras, decir mucho sin gritar, ... Juan, me quito el sombrero que no tengo y empieza a hacerme falta. Enhorabuena. Un abrazo.

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  3. Maravilloso, encantador, sublime, repeluco por los cuatro costaos. Saludos.

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