
Sí, El Viso sabe hacer el silencio.
Somos ruidosos y jaraneros como tantos otros -que no estamos solos en esto-,
pero como pueblo maduro y sabio sabemos callarnos cuando hay que callarse.
Porque anoche, cuando la Virgen bajaba por la calle de la que es vecina, el
pueblo se acordó de la tragedia, de que un jirón de vida se nos cayó aquella
maldita noche de julio, de que hay cosas que no se pueden olvidar porque
entonces estaremos demostrando que no somos nadie ni vamos a ninguna parte. No
es sensiblería blanda. No es el grito hueco de una plañidera. Es hacer pueblo,
sabernos unidos en el dolor. Y eso lo demostramos ayer en medio de la fiesta.
Cuando la caja de la banda se calló,
un golpe de platillo nos sumergió en el himno de la Virgen. Nunca jamás lo
canté con mayor emoción, porque allí, con mis ojos acuosos clavados en los de
la Reina, comprendí más que nunca que al final la vida sigue. Y El Viso seguirá
en pie, con el dolor del recuerdo y la esperanza en el futuro. Porque así somos
los pueblos.
P.S.: a mi
tío Aurelio, que me ha dado el título y la idea, y a mi sobrino Javier, a quien
mi hombro sirvió de consuelo cuando anoche lloró a su amigo Juan José.