
A principios del año 2011, una
dentellada me tenía el ánimo abatido. Fue entonces cuando me dispuse a leer
"El tiempo entre costuras", novela de la que se venían hablando
maravillas. Y lo cierto es que las expectativas se cumplieron; me imbuí tanto
de su atractiva ambientación, de la perspicacia de sus diálogos, de la
personalidad de sus personajes, de la perfectamente hilvanada trama, de sus
tintes históricos, de... que durante las horas -ansiadas siempre- que le
dediqué sentí cómo toda la realidad más circundante me abandonaba. El tiempo se
paraba a mi alrededor y solo me interesaban Sira y sus aventuras, desventuras,
penas y alegrías. Sencillamente, mi realidad, o mi circunstancia -la otra parte
de nuestro yo-, dejaba de existir.
Y eso me ha pasado, como seguramente
a muchos de vosotros, con otros tantos buenos libros que están al alcance de
cualquiera. Si lo centro en "El tiempo entre costuras" es por su
reciente nuevo éxito, esta vez televisivo. (La serie me ha gustado bastante. En
mi opinión muy bien hecha, aunque, vaya por Dios, tuvo que ser el último
capítulo el de la decepción. Esa escena -que por cierto no aparece en la
novela- en el castillo, cuando Marcus Logan rescata a Sira de las garras de da
Silva, me pareció patética. Y es que cuando a los guionistas les da por
introducir suspense a base de pistolitas...)
Esa es la grandeza de la lectura,
ese es su poder de seducción, esa su capacidad casi hipnótica. Y pocas cosas
más son capaces de coser heridas entre tiempos turbulentos.
La verdad es que la serie la cago bien en su desenlace...
ResponderEliminarRecomiendo La Catedral del Mar, a mi atrapó igual...
A leeeeeeeeer...