martes, 24 de diciembre de 2013

Verle la carita

Debió ser algún tiempo después del nacimiento de Jesús. María descansaba en casa de sus padres cuando alguien llegó llamando a la puerta. Abrió el abuelo del Niño Dios. ¿Qué desea usted?. El visitante, sin esconder su sorpresa por la pregunta, respondió sin ambages: ¿qué voy a querer, don Joaquín, qué voy a querer? ¡Verle la carita a su nieto Manuel!
           
            Qué claro lo debía tener aquel buen hombre. Porque en la carita del Niño que había nacido podía ver el amanecer más radiante y un largo atardecer de cielos azules y rosas. Podía ver a aquella boquita recitar los más bellos versos y cantar como mil coros de ángeles. Escuchar las más acabadas melodías, los más afinados sonidos. Contemplar las excelsas maravillas que al ojo regalan lápices, pinceles o gubias. Sentir el calor de la caridad, el bálsamo de la humildad, el latido de la fraternidad. Y, siempre, una natural y eterna sonrisa apuntalada con la fuerza del abrazo amigo. Podía ver... humanidad. Porque en la carita del nieto de don Joaquín, aquel hombre podía ver al Hombre.


            Con mis mejores deseos, feliz Navidad.

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