Hace
algún tiempo, hojeando los Anales del Orden de Descalzos de Nuestra Señora
de la Merced que escribiera fray
Pedro de San Cecilio en 1669, encontré lo que a continuación reproduzco y que
desde entonces he guardado con algo de celo. Porque no es, evidentemente, lo
más importante que cuenta sobre el convento mercedario de El Viso, pero viene
el texto impregnado de un aura mística que lo hace especial, y, sobre todo,
porque lo que narra ocurrió hace hoy exactamente cuatro siglos; y, curiosamente,
aquel 25 de octubre de 1613 también fue viernes:
“Poco
antes o después del año de mil quinientos y setenta y seis de Cristo, nació
nuestro hermano fray Bernardo de San José en la ciudad de París, Corte de los
Reyes de Francia (...). Bernardo fue admitido al hábito en el convento del Viso
(...). Era en extremo humilde, y estaba como en su centro en los abatimientos,
ejercitándose en los ministerios más bajos, sin que se lo mandasen los
Superiores. Ayudaba al cocinero, y no en lo menos trabajoso. Iba a la huerta, y
por aliviar al hortelano, tomaba la azada, y hacía cuanto podía. Si había
enfermos, no solo los visitaba, y consolaba, pero les hacía las camas, barría
las celdas, y las componía, limpiaba los vasos, y excusaba al enfermero de lo
más penoso de su obligación. Edificaba a seglares y religiosos con su vista, y
de todos fue siempre no solo respetado, pero venerado como Santo (...).
Viviendo este venerable hermano corrió voz, y fama en la Orden de haberle
favorecido el Señor con algunas visiones y revelaciones notables (...). Tenía
grande amor a Dios, y deseaba hacer, y padecer mucho por él, viviendo siempre
quejoso de si mismo por su mucha tibieza. Cumplió Dios su deseo; porque
habiéndole dado espíritu, y fuerzas, mientras tuvo salud, para trabajar mucho
en servicio de la Orden, y hacer terribles penitencias, y mortificaciones, le
dio después larga enfermedad, y con ella gran resignación e incontrastable
paciencia. No se le oyó palabra de queja, o sentimiento, siendo sus males en
extremo graves (...). Fue su tránsito feliz viernes a veinticinco de octubre de
este año de trece en que vamos [1613]
(...) no son fáciles de referir las demostraciones de afecto, y veneración que
con él todos hicieron [se refiere el cronista a destacados mercedarios y
nobles].”