Me
puse ante el atril consciente de que, como dijo momentos antes Rafael, Dios
debe estar enamorado. Por eso comencé a soñar; me instalé en septiembre
porque...
¿quién se resiste a la gloria
que lleva en su cara impresa?,
¿quién se resiste a sus ojos,
a esa mirada serena?,
¿quién a la eterna sonrisa
de sus labios de princesa?
Y
así, guiado por su mirada serena y por su sonrisa principesca, me sumergí en un
piélago insondable colmado de amor, sabiendo que le estaba hablando, de tú a
tú... A la Reina.
Todos los tiempos contemplan
la
majestad de tu porte,si hasta un rey te puso nombre
cuando admiró tu belleza
celestial y alcoreña;
que a ti, rosa entre jazmines
y
estrella en oscuro cielo, Dios te puso en los Alcores,
¡en qué bendito momento!,
para ser Reina de El Viso
y Madre de los visueños.
Y
cuánta gratitud debo... A Ella, y a vosotros. Por tanto cariño demostrado, por
tantas sinceras palabras de felicitación. Por tanto amor vertido en las laderas
alcoreñas.
El
sábado fui a dejar en sus manos mi beso. No tendría otra forma mejor de dar
gracias a la Madre; ni otra pretensión...
No seré yo el primero, como no lo
será nadie; que todos los besos valen para ti un océano de aprecio.
Y entonces
sentí como Ella me sonreía.