Quien bien me conoce sabe que soy un
empedernido melómano. La música vive conmigo, me acompaña en todo momento, y me
alegra, me entristece, me evoca, pero sobre todo me emociona. Mis gustos en
cuanto a música moderna se los debo a mi hermano mayor, Manolo, Lito para todo
el mundo. Su fabulosa colección de discos hizo descubrirme un universo de
bandas y autores desconocidos para el gran público, pero de una calidad
igualmente desconocida. En los años de mi infancia y primera juventud gocé
enormemente escuchando discos de The Smiths –con aquellas espléndidas
carátulas-, Saint Etienne, Tindersticks, The Jayhawks, Belle and Sebastian… y
tantos otros grupos anglosajones o del fructífero panorama indie español.
Bandas que, Dios las libre, jamás ganarían un Grammy de esos con que la gran
industria aborrega al personal inocente, pero que me señalaron el camino de la
música de culto y calidad, en la línea en que siglos atrás lo hicieran Bach,
Mozart, Fauré, Debussy o Falla.
Pero
mi hermano se casó, y con él se marchó esa fantástica discoteca que instruía
mis conocimientos musicales. Gran orfandad para mi persona. Eran años en que no
había un acceso tan fácil a la música que deseabas escuchar. Ahora la cosa es
muy distinta, y gracias a Spotify y a Youtube, estoy recordando nombres, y a la
vez, reencontrándome con enormes canciones que estaban ya olvidadas. Estoy
seguro de que a todos os ha pasado alguna vez que os habéis encontrado con una
fotografía, una prenda o un simple objeto que teníais ya completamente olvidado
y el simple reencuentro os ha devuelto a un mundo de agradables sensaciones, de
gustos en paladares ya secos, de emociones marchitas por el implacable avance
del calendario. Eso me está pasando a mí con la música que se fue de casa. Y
cada reencuentro supone una brizna de escalofriante emoción, de incontenible
alegría, de… ¿nostalgia? Qué grande es la música, que con su simple susurro
provoca un seísmo en mis tranquilos vellos.
P.S. 1: mi último reencuentro ha sido con
este delicioso tema de los Waterboys, que os dejo más abajo.
P.S. 2: le debo una “novena” a Spotify y a
Youtube…