Como me hables de usted vamos a escapar mal... ¡Uy, no me hables de usted
que yo no soy tan vieja!... Lo primero que tienes que hacer es no hablarme de
usted, hombre... Estas y otras expresiones parecidas son fáciles de
escuchar cada vez que alguien tiene la decencia de dirigirse a un extraño
hablándole educadamente de usted. Con lo bonito que ha sido siempre dirigirse de
esa manera a un desconocido, a una persona que despierta tu admiración, o
simplemente a una persona mayor... Pues nada, parece que no se lleva hablarle
de usted a la gente. Yo no digo que se le hable de usted al padre, como por
cierto aún hace uno que yo conozco, pero qué menos que a los casos que he
nombrado. Pero qué va, lo que para algunos, para mí, no es más que una muestra
de buena educación, parece que para muchos se ha convertido en algo desfasado. ¿Y
qué pasa si se habla de usted?, ¿es que somos más antiguos, más carcas, más
catetos?, ¿o más de derechas quizás, con lo mal visto que eso está en Espa...
quiero decir... en este país?
Ahora
que, para ejemplo del ostracismo del usted, un instituto. Que levante la mano
el profesor/ra al que sus alumnos hablen de usted. Todo comenzó allá por
finales de los ochenta o principios de los noventa, tiempos de alumbramiento de
la LOGSE, cuando una mentalidad supuestamente progresista, nacida al abrigo de
las nuevas tendencias sociales, impuso la relajación de ciertas formas en las aulas. Y claro, de aquellos
polvos... Porque se empieza por no hablar de usted y se termina ciscándose en
los difuntos de un profesor en toda su cara, quemándole el pelo a una
profesora, etc. Jamás se me ha olvidado una entrevista a Julio Anguita cuando
decidió volver a impartir clases de secundaria luego de su paso por la política
-vamos, lo que vienen haciendo los políticos españoles...-. En aquella ocasión,
Anguita afirmó que exigiría a sus alumnos que se dirigieran a él como don Julio o como señor Anguita. Sí señor, con un par. Pero ya, lamentablemente, es
tarde para eso. Si a algún profesor se le ocurre plantear la exigencia de
Anguita, lo más normal es que encuentre burlas, risas y puede que hasta
incomprensión por parte de compañeros.
Pero
lo peor no es que el usted esté desterrado de las aulas, no. Lo peor es que las
criaturitas de la ESO ¡no saben hablar de usted! En cierta ocasión aproveché el
buen clima entre el alumnado de un aula y yo para hacer un experimento. Les
pedí que durante unos minutos me hablaran de usted. Lo hicieron sin queja
alguna, pero tuve que escuchar expresiones como mira usted, maestro o perdona
usted... De verdad que yo, como los banqueros, no doy crédito.
Pues
nada, que USTEDES sean felices.